Costos de vida altos

Es recurrente oír decir que Antofagasta es la ciudad más cara del país. Sin duda, muchos son los factores que influyen para que esta condición se de en la Perla del Norte. Este no es el espacio para detenernos en el análisis del fenómeno. Solo daremos cuenta que esta es una característica que se arrastra hace mas de cien años. Para los incrédulos, reproduciré un breve texto publicado en el Mercurio de Antofagasta, el día sábado 5 de enero de 1907. El texto plantea lo siguiente:


 


“Leemos en un diario del sur. En Antofagasta la vida se hace imposible. El valor de una pieza humildisima fluctua entre 30 y 60 pesos, y el de una casa de cinco piezas, algo central, sin patio ni desagüe, 200 pesos. La carne, 70 centavos libra de 36 decagramos; el agua, 20 a 50 centavos la arroba de 17 litros; la leche 60 centavos la botella; un pan 20 centavos; un huevo 30 y 40 centavos; la mantequilla $ 2.60 la libra; $ 1.80 la libra de café, 40 centavos el litro de parafina; una cebolla o una lechuga 20 centavos, una sandía 2 pesos; la cerveza corriente $ 1.50 cada botella. El lavado de una camisa completa $ 1.20, un par de zapatos 26 pesos y un terno de ropa 100 pesos.


 


¡Y vayase uno al norte a ganar plata a puñados!”


 


Hoy, luego de leer un texto similar en el mismo periodico, (es decir a 102 años de haberse publicado el párrafo anterior), podemos afirmar que:


 


La realidad nos aturde a diario. En Antofagasta la calidad de vida es un imposible. El precio de una pieza humildísima, pequeña fluctúa entre los $ 130.000 y $ 220.000, y el de una casa de cinco piezas, con un pequeño patio y con desagüe oscila entre los $ 300.000 y los $ 700.000. La carne siempre en alza; el agua potable, la más cara del país. Y el agua envasada a $ 900 el litro; la leche $ 980 la caja de un litro; un pan aproximadamente $ 100: un huevo entre $ 100 y $ 150; la mantequilla $ 350; $ 1200 el tarro de café; $  586 el litro de gasolina; las verduras siempre caras; la cerveza corriente $ 900 cada botella. El lavado de una camisa completa $ 2000, un par de zapatos $ 30.000 y un terno de ropa a partir de $ 50.000.


 


Esta constante en la realidad socioeconómica de la ciudad, debe llevarnos a reflexionar sobre la incapacidad que como sujetos sociales hemos tenido para desligarnos de ciertas determinaciones. Que según la lógica de Marx serían económicas. La siguiente afirmación, que proféticamente, Karl Marx, propuso en 1882 explica, en gran medida por que no lo hemos logrado:


 


“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.


 


En palabras sencillas, esto quiere decir que los antofagastinos construyen su propia historia. Pero no lo hacen en plena libertad, bajo las circunstancias que ellos mismos hayan elegido. Sino que su historia es construida bajo las circunstancias implantadas e impuestas por un sistema económico neoliberal (basado en un capitalismo exacerbado) que promueve el desarrollo industrial y el crecimiento económico. Que se funda en la extracción de recursos no renovables. Un sistema que ha propiciado la desigualdad y la inequidad. Pero que también promueve al consumo como el eje de la identidad. La plaza pública, la esquina, la sede como espacios de solidaridad, fraternidad y de activa interacción social, han sido desplazados por los helados pasillos del mall. El más evidente espacio de distanciamiento, frialdad e impersonalidad. Ese mismo sistema ha generado la brecha entre ricos y pobres. Los defensores del sistema, acuden a engañosos indicadores para graficar lo exitoso del modelo: el promedio de los sueldos de la región de Antofagasta, supera la media nacional. Aquí aplica la fórmula de la distribución de las 3 manzanas. La existencia de 3 manzanas y 3 potenciales beneficiarios, no asegura que cada una de las personas será propietaria y luego disfrutará de una manzana. Es muy probable (si pensamos en una lógica neoliberal) que una de las personas se quede con 2 manzanas. Y la restante sea repartida entre los dos perdedores. Lo mismo ocurre con los sueldos. Y esta sobre estimación, genera un alza desmesurada en diversos ámbitos de la economía regional. En la fijación de precios, hay aspectos razonables y entendibles: costos de traslado de algunos productos, por ejemplo. Pero como señalaba Milton Friedmman, gurú de Piñera, Lavín y compañía, el comerciante tiene la libertad de elegir el precio del producto, especulación mediante,  puesto en el mercado. Obviamente, y como siempre ha ocurrido, desde la instauración de modelo económico neoliberal, quien paga los costos es el ciudadano medio. Aquel que no es parte del empresariado regional, que no trabaja en la gran minería, que no recibe bonos millonarios. Aquel ciudadano, cuyo sueldo no supera los $ 300.000, y con los que magistralmente debe arrendar una casa, “comprar la mercadería del mes”, pagar el consumo del agua más cara de Chile. Aquel protagonista de la falacia de la perla del norte. Aquella falacia que nos muestra al resto del país, como una región desarrollada, integrada, próspera. Una región cuya explotación de sus recursos permite el goce de excelentes sueldos a sus habitantes. Una falacia, creada ayer, con el auge del ciclo salitrero y recreada hoy, gracias al desarrollo minero.


 


¡Y vayase uno al norte a ganar plata a puñados!”


Antofagasta, Septiembre 2009