Día del Libro. Una Celebración en Línea

La pandemia del Covid-19 nos ha tenido confinados, por nuestra seguridad y la de los otros. Sin embargo, hay una llave que nos ha permitido salir a entretenernos, conocer, aprender, recorrer nuevos lugares, explorar nuestras emociones: El Libro. Se ha convertido en un gran compañero y aliciente en estos momentos, pues ha permitido desbordar nuestra imaginación. La clásica disputa, si es mejor el soporte papel o digital ha quedado en un segundo plano, lo que importa es la historia, la enseñanza, el disfrute o el aprendizaje.

Entonces, ¿cómo no celebrarlo? No pudimos juntarnos como otras ocasiones en la Biblioteca para festejar, no obstante, lo hicimos en línea. Trabajadores, usuarios y colaboradores compartieron las bondades de El Libro.

Dayana Latorre Long, profesora de literatura y colaboradora con el Club de Lectura Mujeres Empoderadas, leyó el cuento El Paisajista, que compartimos con ustedes a continuación; una buena elección que refleja lo que estamos viviendo como humanidad. Nos enseña que somos observadores y parte del mundo. De la realidad que vivimos, en definitiva, somos responsables.

EL PAISAJISTA

Un pintor de mucho talento fue enviado por el emperador a una provincia lejana, desconocida, recién conquistada, con la misión de traer imágenes pintadas. El deseo del emperador era conocer así aquellas provincias.

 

El pintor viajó mucho, visitó los recodos de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin una sola imagen, sin siquiera un boceto.

 

El emperador se sorprendió, e incluso se enfadó.

 

Entonces el pintor pidió que le dejasen un gran lienzo de pared del palacio. Sobre aquella pared representó todo el país que acababa de recorrer. Cuando el trabajo estuvo terminado, el emperador fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en mano, le explicó todos los rincones del paisaje, de las montañas, de los ríos, de los bosques.

 

Cuando la descripción finalizó, el pintor se acercó a un estrecho sendero que salía del primer plano del fresco y parecía perderse en el espacio. Los ayudantes tuvieron la sensación de que el cuerpo del pintor se adentraba a poco en el sendero, que avanzaba poco a poco en el paisaje, que se hacía más pequeño. Pronto una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al instante desapareció todo el paisaje, dejando el gran muro desnudo.

 

El emperador y las personas que lo rodeaban volvieron a sus aposentos en silencio.